jueves, 13 de marzo de 2008

La historia contada por Rosa Bru


Miguel tenía 22 años cuando decidió ir a vivir con sus compañeros de estudio. Habitaban en una casa que habían ocupado con la debida autorización, ya que el propietario no tenía descendencia y estaba internado en el Instituto Neuropsiquiátrico Melchor Romero. Allí formaron una banda de rock y ensayaron hasta entrada la madrugada, por que varios vecinos llamaron a la policía para quejarse por los ruidos; sin embargo no se conocía una denuncia formal.


El 13 de abril de 1993, la policía se hizo presente en horas de la tarde, con dos móviles, dos autos particulares y un carro de asalto. Estaban armados y sorprendieron a los chicos en la puerta, los pusieron contra la pared, mientras los apuntaban. Uno de los policías intentó ingresar a la casa y los chicos solicitaron ver la orden judicial. “El Negro” López, uno de los policías, mientras le apuntaba a uno de los jóvenes con el arma afirmó: “la única orden que tenemos es esta”. Finalmente, se llevaron a los varones, dejando a la novia de Miguel y de Carlos Vázquez.

Cuando Miguel llegó a la casa se enteró de lo ocurrido y al saber que sus compañeros pasarían la noche detenidos, decidió llevarles mantas y comida. Preocupado decidió realizar la denuncia, la carátula fue Miguel Bru denuncia contra la policía novena de La Plata.

A partir de este momento comenzaron los problemas y el hostigamiento.

El 17 de agosto, Carolina, la novia de Miguel, con residencia en Mar del Plata, decidió visitarlo, aunque la fecha que había acordado para llegar a La Plata era el 18. Insistió en ir a saludarlo a Carlos Vázquez, ya que el se encontraba en la casita que cuidaba. Llegaron al lugar a la noche y encuentran la puerta entreabierta, había fuego afuera y las cenizas estaban calientes, lo esperaron un rato y pensaron que tal vez se encontraba en La Plata ya que su novia llegaba al otro día.

Al llegar a La Plata, Carolina habló con Guillermo, el hermano de Miguel, que no sabia donde éste se encontraba y salieron en su búsqueda en los lugares que habituaba. Al no encontrar respuesta, regresaron a la casita y pasaron varios días recorriendo la zona, hasta que el 20 llegaron a Punta Blanca donde hablaron con una persona del lugar. Descubrieron que Miguel había estado allí el día 17, cerca de las 14.00 y que su ropa y bicicleta estaban abandonadas en la zona, al costado del río. Ese mismo día, Guillermo habló con su madre y le dio la noticia de lo que habían visto, ella sospechó que algo estaba pasando. Preocupados, se dirigieron a la comisaría del barrio para saber como proceder.

El 21 de agosto, Rosa, la madre de Miguel, comenzó a recorrer las comisarías en busca de una respuesta, ya que ninguna quería tomarle la denuncia. Decían que no era de su jurisdicción. La madre se dirigió al lugar donde habrían encontrado las pertenencias de Miguel y se dio cuenta que la ropa que allí estaba no era de él. Posteriormente se dirigió a la casita y encontró la ropa que ella le había preparado días antes para que se lleve. A las 20.00, el subcomisario de la comisaría donde trabajaba su marido, la llamó para tomarle la denuncia.

El viernes 23 los amigos de Miguel volvieron a la zona para buscarlo.

Pasado un mes sin novedades ni respuestas comenzó la lucha. Los amigos publicaron una nota el 19 de septiembre en el diario Página 12. La hipótesis planteada involucraba a la policía. En ese momento también surgió el apoyo incondicional de la facultad, en aquel momento Escuela de Periodismo. Se realizaron asambleas de estudiantes, marchas, gacetillas de prensa y volantes.
A raíz de esta enorme repercusión, comenzaron a llegar anónimos, entre ellos el caso de una joven que ejercía la prostitución en calle 1 y sería la entregadora, su nombre era Celia Jiménez y sería la amante de uno de los policías implicados, además de otros datos que no eran reales.


Posteriormente se descubrió que esos anónimos provenían de la misma policía. Tiempo mas tarde, Rosa se encontró con Celia Jiménez y con la ayuda de los amigos de Miguel logró grabar la conversación en la cual Celia puso en manifiesto que el crimen fue cometido en manos de la policía de la comisaría novena. Luego de esta situación Celia fue amenazada. Su testimonio fue publicado en un diario. Con el apoyo de ésta y de los estudiantes se organizó una marcha a fines de que el Juez Vara cite a declarar a los policías. Este le restaba crédito al testimonio de Celia por considerarlo indirecto.
Uno de los detenidos expresó haber sabido que quien se encontraba detenido con el era hijo de un policía de apellido Bru. Sin embargo, costó avanzar en la investigación ya que el juez encubría a la policía.

Al cabo de dos años se logró la suspensión del juez y la causa pasó al juzgado número 8. Luego de más de cinco años se logró llegar a juicio, aunque esto significó la pérdida de muchas pruebas, entre ellas desapareció del libro de guardias el nombre de Miguel como uno de los detenidos ese día.
Las pruebas más fuertes fueron aportadas por ese libro y dos de los detenidos.

Se condenó a prisión perpetua a Justo López y a Walter Abrigo. El comisario fue sentenciado a comisario a dos años de cárcel. De este modo, se sentó precedente de un caso en el que se condenó sin encontrar el cuerpo de la víctima.

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